Entrada 2 - Willy



Tras pegarle una buena paliza a José con el tío con el que acabo de ponerme hasta el culo de coca en los baños, recupero algo de mi cordura. Estoy sentado contra la pared y en el suelo hay un charco de sangre. “¡Que se joda!” me digo a mí mismo mientras le escupo en la cara un repugnante moco.

Después de haberla preparado buena en el baño, ambos remontamos sudorosos las escaleras sin decir una sola palabra. Mi nuevo colega se acerca a la barra y hace un gesto parecido a ajustarse una corbata imaginaria. Patrick, el camarero, se acerca con una gran pinta de cerveza pero mi colega se la niega y le dice que quiere dos whiskies dobles. Comienza a sonar por los altavoces “I Just Want to Have Something to Do” de los Ramones y tragamos nuestro whisky a ritmo de rock sin que ninguno de los dos todavía haya abierto la boca después de la pirada de olla del baño.

- A propósito me llamo Mel – me dice el tipo mientras me tiende la mano.

- Yo soy Willy, compañero – le contesto estrechándole la mano.

Ambos seguimos tragando como auténticos animales sin decir una palabra. La cabeza me pesa más de la cuenta y no puedo pensar con claridad. Un grupo de personas cuchichean y nos observan desde el otro lado de la barra y en ese momento me avergüenzo del despojo humano que soy. Me imagino a mí mismo como un ser deforme que continúa con su proceso de autodestrucción etílica sentado en el taburete junto a la barra. Miro a mi izquierda y Mel sigue pidiendo copas como si le fuese la vida en ello. Los vasos vacíos se acumulan en la barra, mientras mi nuevo colega en un inequívoco acto de que el alcohol ha tomado posesión de su cuerpo, vuelve a sacar aquel magnífico producto que habíamos estado esnifando en el baño momentos antes para empolvarse la nariz a lo bestia delante de todo el mundo. Pero yo tampoco estoy en mis cabales y empiezo a tambalearme en el taburete mientras le pido que me prepare un poco a mí también. Se apodera de mí un miedo irrefrenable y empiezo a vociferar como un maldito psicópata tratando de ponerme en pie. Mi colega aparece al rescate, tratando de tranquilizarme. Tiene los ojos a punto de salírsele de las órbitas y está completamente exaltado. La escena es tan patética, de verdad, tan patética, que hace que me entre un ataque de risa fuera de catálogo. Me río con tantas fuerzas que creo que estoy a punto de estallar en mil pedazos como una piñata mexicana. Mis vísceras y mis tripas están llegando a su límite, pero todo se soluciona con una gran papilla que echo sobre la barra para relajar aquella excitación. Cuando recupero el aliento, mi colega sigue descojonándose sobre su taburete y en ese momento recuerdo al cretino de José que o bien está inconsciente, o bien nos lo hemos cargado, porque todavía no ha subido del baño. Me dan ganas de reptar una vez más hasta los retretes para seguir golpeando la calva cabeza de José, pero no estoy en condiciones de dar un par de pasos por mí mismo.

Patrick grita con el rostro desencajado desde el otro lado de la barra mientras recoge toda la pota de la barra, pero mi estado de embriaguez hace que solo oiga ecos. Miro a mi alrededor. El humo del tabaco y las luces de neón conforman un ambiente malsano que me hace sentirme inspirado.

 - Eh colega, ¿te apetece acompañarme a hacerle una entrevista a una vieja estrella del rock? Podemos continuar la fiesta a cuenta suya.

- Desde luego que sí, esto no ha hecho más que empezar – Me contesta Mel con la mirada perdida.

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