Entrada 1 - Mel



He despertado, otra vez aquí. El mismo sitio, los mismos muebles y ese pegajoso calor que, junto a este hedor que me envuelve conforman la sinfonía perfecta de la más amarga de las resacas. Me cuesta recordar con exactitud cómo ocurrió. ¿Ella estuvo allí? Tuvo que estar, no habría tenido sentido mi presencia en ese antro de no ser así.

Consigo incorporarme con dificultad; me cuesta respirar. El tabaco es un fiel aliado en la soledad, pero amargo enemigo en la confusión. Compruebo mis mensajes. Algo sucedió, pero no consigo descifrar el enigma. Será mejor que me olvide por el momento, tengo mucho que hacer.

La ventana me transporta de nuevo a la realidad, y soy consciente de que todavía llueve. No sé cómo no he podido darme cuenta hasta ahora. Las calles mojadas y los transeúntes que deambulan por ellas parecen inquietos, pero todavía es temprano para preocuparme por el mundo. Me debo una disculpa. Aún no me he perdonado. Las imágenes de anoche empiezan a llegar sin aviso, como si de un tráiler de una película mala se tratase.



La noche comenzó bien, de eso estoy seguro. No pasaba de las ocho de la tarde cuando decidí encaminarme hacia aquel lugar. Las calles se teñían de un extraño color ocre. El verano en la ciudad resultaba menos atractivo de lo que esperaba. Había más gente de lo habitual y eso no me gustaba. Las primeras gotas de sudor que resbalaron por mi frente eran claro indicativo de que necesitaba refrescarme, y opté por visitar el “Clover”, una taberna irlandesa por la que llevaba años dejándome caer. A veces tocaba jazz allí, otras, sencillamente me dejaba ver para mojarme el gaznate a base de cervezas o cualquier bebida que aclarase mis ideas.

Al entrar todo estaba tranquilo: Patrick, el camarero esperaba paciente a los clientes apoyado sobre la barra, disfrutando de un evento deportivo que emitían en televisión. Al fondo, unos chavales se divertían jugando a una máquina recreativa. Al acercarme, uno de ellos me disparó con la pistola con la que jugaba y con aire divertido sonrió y continuó su partida. Pedí mi primera consumición, aboné la deuda y bajé las escaleras hasta el baño. Al subir, alguien me esperaba…

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