He despertado, otra vez aquí. El mismo sitio, los mismos
muebles y ese pegajoso calor que, junto a este hedor que me envuelve conforman
la sinfonía perfecta de la más amarga de las resacas. Me cuesta recordar con
exactitud cómo ocurrió. ¿Ella estuvo allí? Tuvo que estar, no habría tenido
sentido mi presencia en ese antro de no ser así.
Consigo incorporarme con dificultad; me cuesta respirar.
El tabaco es un fiel aliado en la soledad, pero amargo enemigo en la confusión.
Compruebo mis mensajes. Algo sucedió, pero no consigo descifrar el enigma. Será
mejor que me olvide por el momento, tengo mucho que hacer.
La ventana me transporta de nuevo a la realidad, y soy
consciente de que todavía llueve. No sé cómo no he podido darme cuenta hasta
ahora. Las calles mojadas y los transeúntes que deambulan por ellas parecen
inquietos, pero todavía es temprano para preocuparme por el mundo. Me debo una
disculpa. Aún no me he perdonado. Las imágenes de anoche empiezan a llegar sin
aviso, como si de un tráiler de una película mala se tratase.
La noche comenzó bien, de eso estoy seguro. No pasaba de
las ocho de la tarde cuando decidí encaminarme hacia aquel lugar. Las calles se
teñían de un extraño color ocre. El verano en la ciudad resultaba menos
atractivo de lo que esperaba. Había más gente de lo habitual y eso no me
gustaba. Las primeras gotas de sudor que resbalaron por mi frente eran claro
indicativo de que necesitaba refrescarme, y opté por visitar el “Clover”, una
taberna irlandesa por la que llevaba años dejándome caer. A veces tocaba jazz
allí, otras, sencillamente me dejaba ver para mojarme el gaznate a base de
cervezas o cualquier bebida que aclarase mis ideas.
Al entrar todo estaba tranquilo: Patrick, el camarero
esperaba paciente a los clientes apoyado sobre la barra, disfrutando de un
evento deportivo que emitían en televisión. Al fondo, unos chavales se
divertían jugando a una máquina recreativa. Al acercarme, uno de ellos me
disparó con la pistola con la que jugaba y con aire divertido sonrió y continuó
su partida. Pedí mi primera consumición, aboné la deuda y bajé las escaleras
hasta el baño. Al subir, alguien me esperaba…
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