Entrada 3 - Mel

Salimos del bar y el calor sigue siendo pegajoso, escupo un gargajo repugnante a causa de todo lo que he fumado durante mi estancia en aquel agujero. Saco el último cigarrillo y estrujo el paquete, que dejo caer al suelo desvergonzadamente. El tipo al que he conocido hace un rato tiene la cara cada vez más desencajada y su aliento apesta a piscolabis salados y vómito, pero me cae bien. El sol se ha escondido y las nubes han cubierto el cielo y, de pronto, como un milagro divino, comienza una tormenta que refesca las calles y nuestras maltrechas alma. Caminando por la avenida principal, Willy, como dice que se llama mi compañero del que empiezo a tener serias dudas de si su existencia es real o un simple delirio alcoholico por mi parte, me recuerda que tenemos una cita con un juguete roto de la industria musical; un rockero de la vieja escuela que estará más pasado de rosca que nosotros dos. 

Caminando entre risas y anécdotas, nos acercamos al punto de encuentro donde se supone que nos recoge un coche que nos llevará a la lujosa casa de aquel tipo. De pronto, vemos unos coches de policía que se dirigen al bar de Patrick, por lo que decidimos acelerar el paso, quizá alguna pobre alma ha encontrado el cuerpo de José. Joder, menudo susto se habrá pegado el infeliz que lo hubiera encontrado. Lo comento con Willy y se parte la polla, mientras expulsa el humo de un canuto que se acaba de encender, tosiendo como un puto viejo a punto de reventar. De pronto, unos niñatos están haciendo el gilipollas con el móvil y una extraña aplicación llamada Tik Tok, o algo así. A mi acompañante le cambia la expresión cuando nota que nos están filmando y riéndose de nosotros, por lo que decide actuar y dar un certero golpe al aparato, que sale disparado, cayendo por las escaleras del metro. Los dos idiotas, comienzan a insultar y a empujarnos de manera violenta. Willy no soporta estos comportamientos y saca de su bolsillo un objeto que no alcanzo a distinguir con el que golpea el cráneo de uno de ellos. ¡Estás loco!, grito con pavor mientras observo a aquel muchacho caer el suelo como un muñeco de trapo con sangre emanando de su cabeza.

-¿Tú también quieres, hijo? -Pregunta Willy mirándolo con superioridad-.

Aquel idiota salió despavorido. Mi colega limpió aquel objeto y lo guardó nuevamene en el bolsillo.

-¿Qué diablos es eso? -Dije sin pensar-.

-Lo sabrás a su debido momento, muchos tíos matarían por uno de estos.

Opté por mantenerme en silencio, saqué la petaca, le di un tiento y ofrecí a mi amigo otro, que aceptó de buena gana. 

Un coche negro apareció de pronto, Willy dijo que era nuestro transporte. Éste se posicionó y abrió la puerta, con las gotas de la lluvia resbalándole por su rostro y su chupa de cuero. Se me quedó mirando fíjamente a los ojos, con una cara de enfermo terminal que le había proporcionado todo el alcohol que habíamos ingerido.

-¿Subes o qué?

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