Después de todo el emocionante espectáculo en el Clover a ritmo de jazz, diviso el viejo Chrysler negro de Ramón Salsamendi llegando a recogernos a toda velocidad. Las expectativas de cara a lo que siempre he considerado que debe ser una noche por todo lo alto son ilusionantes, y parece que la fiesta solo acaba de empezar.
Abro la puerta del coche y hago un elegante gesto a mi acompañante, invitándole a introducirse en la madriguera del conejo blanco. Mel entra primero y a continuación entro yo en aquella vieja tartana. La escena que me encuentro cuando logro enfocar mi ebria mirada, define la decadencia. El viejo Ramón, estrella caída en el olvido hace 20 años, en un alarde de arrogancia y excentricismo, ha querido gastar los últimos pavos que todavía no ha gastado en caballo en un chófer y un par de putas sifilíticas.
El chofer, un chaval que no pasará de los 25 y cuyo uniforme no esconde el tipo de persona que es, parece estar completamente colocado y lleva un vieja cinta de los Zeppelin puesta a todo volumen en el casette. Las zorras, provenientes con toda probabilidad del peor club de carretera del fin del infierno, hace tiempo que cumplieron los 40 años.
No ponemos en camino a toda maldita velocidad y mi cabeza da vueltas en todas direcciones. "El maldito Salsamendi ha querido que la que a ciencia cierta será su última entrevista pública, sea inolvidable. Y es mi deber aprovecharme de esa circunstancia para cogerme un pedo inolvidable" me digo a mí mismo mientras Mel sirve un par de cacharros bien cargados de whisky on the rocks. Las zorras comienzan a ponerse juguetonas mientras veo como Mel se saca un gran puro de la chaqueta y se lo enciende. "Lo estaba reservando para una ocasión especial", dice mientras sonríe para a continuación ponerse a hablar con una de esas prostitutas.
Os acordáis que aquellos videoclips de la MTV en los que aquellos raperos negros disfrazados de proxenetas de los años 70, se rodeaban de increíbles modelos dentro de una limusina? Pues en ese momento me sentía como si estuviese haciendo una representación de ello lo más cutre y bochornosa imaginable.
Giro la cabeza con cierta dificultad y le ofrezco a Mel un par de tripis para regar toda esta bacanal. "Tomémoslo ya. Nos subirá cuando lleguemos a la casa del rockero", le digo a mi colega. "Yo soy el único rockero que hay aquí!!" Me dice gritando fuera de sí mientras fuma su puro. Ambos engullimos los tripis para darle un poco de color a la noche.
A continuación, una de las zorras me empieza a chupar la polla sin previo aviso. Ni corto ni perezoso, Mel agarra la cabeza de la otra y le enseña el camino directo a su bragueta. Las dos comienzan a cumplir sus servicios y Mel comienza a fumar caladas cada vez más rápidas en un cómico gesto que me hace descojonarme a mandíbula abierta. Creo distinguir como el chófer se prepara un par de rayas de nieve en el salpicadero mientras conduce a toda velocidad.
Aunque es pura decadencia, me siento el rey del mambo. En ese momento, mientras la puta me la chupa, se me ocurre una idea divertida. Saco mi Smeeth & Wesson Modelo 29 con la que le acabo de destrozar el cráneo a ese niñato y la asomo por la ventanilla, pegando varios tiros al aire mientras grito "Yiiiiiiiiiiha!"
Mel salta al asiento delantero y comienza a esnifar del salpicadero como un animal. Yo chupo todo el whisky que puedo de la botella, derramándomelo todo por el pecho.
De pronto el coche pega un frenazo. Parece que hemos llegado.
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